
“Soy sionista”, proclamaba el demócrata Joe Biden apenas días después de los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 que mataron a más de 1.200 israelíes y que precipitaron la guerra en Gaza. Dos años y un cambio de inquilino en la Casa Blanca después, la política del republicano Donald Trump hacia esta guerra se ha mantenido con la misma constante: un apoyo incondicional a su gran aliado en Oriente Próximo. Entre los ciudadanos estadounidenses, sin embargo, la historia es muy distinta: tras 24 meses que han dejado casi 70.000 muertos palestinos, una devastación absoluta y una hambruna desatada por el bloqueo de ayuda humanitaria, la opinión pública es ahora mayoritariamente crítica con Israel. Es un cambio impensable al comienzo de la guerra y que, de mantenerse, puede acarrear grandes cambios en la relación bilateral en el futuro.