
Solo un desalmado permanecería impasible ante el cese de los bombardeos sobre Gaza y la liberación de los rehenes israelíes. Sean cuales sean las circunstancias que han permitido lograrlo (con dos años de retraso y un enorme coste de vidas), hay motivo para celebrar. Sobre todo, por parte de los afectados. El resto (Gobiernos, mediadores, políticos, activistas, centros de estudios e incluso periodistas) haría bien en evitar el aplauso (a menudo autoaplauso) y empezar a trabajar para sortear la tormenta que anuncian los numerosos nubarrones en el horizonte.