La única vida que se atisba en Sheyaia, en el norte de Gaza, son dos perros vagabundos. Se mueven entre las ruinas de lo que en su momento fue un ajetreado suburbio de la capital con más de 90.000 habitantes. Hoy parece un paisaje lunar, una alfombra de escombros hasta donde alcanza la mirada que, sin embargo, dos soldados israelíes vigilan atentos con el ojo en la mirilla de los rifles. Están apostados en un alto estratégico dentro de Gaza al que ha accedido este periódico, empotrado con las Fuerzas Armadas de Israel, en la primera vez que un grupo de periodistas extranjeros ingresa al enclave palestino desde el inicio del alto el fuego, el pasado día 10.


