
En Italia, como periodista, hay que enfrentarse a la paradoja de que lo increíble a menudo no es noticia, porque sucede con cierta regularidad. Hay pequeñas historias cotidianas que ni siquiera traspasan fronteras porque no son como para hacer un reportaje, pero que soltadas en una cena causan honda impresión. La perplejidad se debe a que en muchos casos revelan tanto la grandeza del ingenio humano como el desprecio más absoluto por el resto de los mortales. Uno no sabe si admirarse o salir corriendo. Estamos hablando de amplias variedades de picaresca con titulares que abren abismos sobre la naturaleza humana. Por ejemplo, uno de esta semana: “Florencia: 10 médicos inflaban las citas con pacientes ficticios para trabajar menos”.

