
Griegos, romanos, bizantinos, otomanos y eslavos: los hilos con los que se entretejen las calles de Sofía cuentan una historia milenaria. En la capital búlgara, las cicatrices del comunismo aún dialogan con las promesas evanescentes del liberalismo. Recién llegado de Viena, el politólogo Ivan Krastev (Lukovit, 60 años) recibe en la sede del Centro de Estrategias Liberales. El objetivo es hacerle reflexionar en voz alta sobre Europa. La entrevista se demora por una razón de peso: Krastev, uno de los intelectuales más brillantes en estos tiempos de venganza y fundamentalismo, ofrece al periodista una deliciosa comida libanesa junto a su equipo. Su último libro termina citando una novela de Rudyard Kipling que tiene dos desenlaces: había un final trágico, pero su madre le exigió que incluyera también un segundo final feliz. Con Europa sucede lo mismo: puede pasarse la vida de luto por el desplome del orden liberal, o puede tratar de regresar a un escenario plagado de alternativas en medio de una pelea apasionante y feroz. ¿Cuál de los finales de Kiplig prefiere para Europa? Bajo la luz alimonada de su despacho, Krastev se alinea con la estirpe —infrecuente— de los pensadores esperanzados. “Hay que escapar del velo del pesimismo europeo que todo lo envuelve, porque es una estupidez y porque acaba convirtiéndose en una profecía autocumplida. La madre de Kipling tenía razón”.
