
Hassan al Saadi tenía previsto casarse ese mismo día. Había firmado el contrato matrimonial que precede a la boda y tenía el banquete preparado cuando, sobre las tres de la madrugada, le advirtieron de que soldados israelíes habían penetrado en casa de su prometida. “No traté de retenerlo. Cogió el rifle y me dijo: ‘Si caigo por la gracia de Dios, ese es mi destino”, cuenta su padre, Mohammad Abdul-Razzaq al Saadi, de rodillas junto a una estufa en la casa familiar de la aldea de Beit Yinn, en el sur de Siria, donde todos repiten “Gracias a Dios” al hablar de Hassan, porque murió como un mártir combatiendo a las tropas israelíes, considerado un honor.





