
Toda guerra tiene su batalla por doblegar el lenguaje. En esa contienda anda enfangado el escritor e historiador israelí Meir Margalit (Buenos Aires, 73 años). Es prudente al conversar. Le cuesta admitir que hablar como él lo hace en Jerusalén, ciudad a la que emigró hace medio siglo, es peligroso. “Corro riesgos”, reconoce en esta entrevista telefónica. Confiesa que su esposa lo mira en ocasiones con cierto temor cuando se pronuncia sobre Israel y la barbarie en Gaza. Piensa que le puede costar muy caro. “No puedo callar, no quiero ser cómplice”, prosigue Margalit. “No puedo escaparme, tengo hijos y nietos. Lo mínimo que puedo hacer es denunciar las cosas y llamarlas por su nombre”.