El sombrío centro de procesamiento de detenidos del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) a la entrada de Broadview, un pequeño pueblo de mayoría afroamericana a casi 25 kilómetros al suroeste de Chicago, tiene sus accesos bloqueados por bloques de cemento y vallas de metal. Decenas de vehículos de policía lo rodean. Este inmenso bloque de ladrillo oscuro, donde los retenidos denuncian condiciones deplorables y donde el jueves quedaron desplegados soldados de la Guardia Nacional, es el foco de las protestas de la metrópolis contra la política de deportaciones masivas de Donald Trump. Unas protestas que lo han convertido en el símbolo de la resistencia de las ciudades demócratas contra los intentos del presidente de controlarlas con tropas.