
Ibtisam y Raed Imram están hechos polvo. Nada calma su llanto. Ni los abrazos, ni las bienintencionadas frases de consuelo. Hace tres días, su hermano Muhammad aparecía en el listado inicial de los 100 (de un total de 2.000) presos palestinos que serían excarcelados este lunes en su Cisjordania natal, en el marco del canje con Hamás por los últimos 20 rehenes israelíes vivos. En el listado definitivo, publicado la misma mañana de la liberación, figuraba ya, sin embargo, entre los 154 expulsados a Egipto, a consecuencia de los opacos cambios que las autoridades israelíes introdujeron a última hora, aprovechando su posición de fuerza y que el presidente de EE UU, Donald Trump, volaba ya hacia Israel para exhibir su éxito ante el Parlamento. “Esperaba ver hoy a Muhammad. Pensaba que quizás la lista estuviese equivocada… pero por desgracia no ha venido”, aseguraba Ibtisam en el Palacio Cultural de la ciudad cisjordana de Ramala, mientras otras familias trataban de animarlos con expresiones como “todo está en manos de Dios” u “ojalá aún aparezca”, o corrían a su lado para recibir a los suyos. Nunca llegó. El último autobús con reclusos arrancó vacío y sus dos hermanos regresaron cabizbajos al coche en el que habían viajado dos días antes desde la zona de Hebrón con la convicción de que volverían a abrazarlo este lunes.